No somos iguales, ¡viva la igualdad!

 

"Luché por la igualdad hasta que me percaté de que en la lucha por la igualdad

se perdía la libertad y después no había igualdad entre los no libres"

Karl Popper

 

Uno de los conceptos que más se han debatido y más ejercicio de racionalización e imaginación humana ha requerido a través de la historia, debe ser el de la igualdad. Qué cautivante aroma y envolvente atractivo tendrá este término que ha generado decenas de diálogos, debates, conflictos, inclusive guerras a lo largo del periplo humano en este mundo. Cuántos libros, ensayos, poemas, canciones y películas se han escrito y se seguirán escribiendo en su nombre. Es precisamente por todo lo anterior que tal vez lo más conveniente antes de enfrascarme en la osadía de continuar remando en los vaivenes filosóficos y empíricos que voluntariamente acepté para escribir el presente texto sea recurrir al sentido etimológico de la palabra.

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) define igualdad como: “el principio que reconoce la equiparación de todos los ciudadanos en derechos y obligaciones”. Es interesante observar que la esencia del concepto no radica en los sujetos sino a las condiciones con las que se iguala a los sujetos. Dicho en otras palabras, el real sentido y significado de la igualdad dista mucho del de la homogeneidad, que es la que comúnmente se relaciona y la que de alguna manera se ha instaurado en el inconsciente colectivo de la gente. La igualdad no pretende en ninguna manera desaparecer diferencias entre los sujetos, sino más bien entre las obligaciones y beneficios que estos tienen ante la ley, o ante cualquier tribunal (moral, religioso, etc.).

Confundir homogeneidad con igualdad es probablemente uno de los malentendidos contemporáneos más nocivos en que se ha visto envuelto este concepto. Lo que homogeniza o uniforma no une, sino que somete, pues la libertad no es uniformidad, sino reconocimiento y equilibrio de las diferencias. |Creo que los grupos que ponen esto en práctica encuentran que las diferencias entre ellos no son obstáculos, sino elementos que van forjando una cultura y un estilo de vida de respeto y convivencia armónica.

Le hacemos daño al concepto de igualdad si pretendemos eliminar toda diferencia entre los miembros de una comunidad, puesto que anulamos la individualidad y forzamos a los demás integrantes a someterse a una suerte de dictadura psicológica, en nombre del manoseado “bien común”. No hemos sido creados para ser números que vienen y van, entes sin personalidad propia, sin atributos y roles diferentes.  No hemos sido creados para ser estadísticas productivas de riqueza, dinero o poder. Hemos sido creados libres para elegir, vivir, conocer, aprender, para errar y acertar. No aceptemos nunca un mandato que anule nuestra libertad en nombre de la igualdad, porque lo más probable es que esta, no sea verdadera.

Escrito por: https://www.facebook.com/joseenrique.acostabasurco 



 

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