TE ESTARÉ VIGILANDO
En nombre de conceptos aceptados culturalmente como positivos, morales, o de buena intención, se pueden cometer excesos, cercenar soberanías y restringir libertades. En nombre del “Amor” un esposo acosa a su compañera de vida y puede llegar a la violencia, y en ocasiones, al asesinato. La historia ha documentado claramente que en nombre de la “Religión”, la humanidad se enfrascó en guerras horrendas, sanguinarias y muchas veces fratricidas. En nombre de la “Inclusión” en varios países se viene implementando en los sistemas educativos una ideología sin base científica y que circunscribe la sexualidad a lo cultural, la auto percepción, a los sentimientos (ideología de género).
Tomando como base el paradigma anterior es que en países como el nuestro, debido a la coyuntura de la pandemia por el COVID – 19, y en este caso en el nombre de la salud pública se ha venido lacerando algunos aspectos de la libertad de las personas. El famoso, aplaudido y difundido #QuédateEnCasa de mediados de marzo poco a poco se fue convirtiendo en una especie de contrato, con una larga lista de letras menudas que sería bueno revisar a detalle; de lo contrario le estaríamos firmando un cheque en blanco al gobierno, que a decir verdad tiene notable inclinación, o para no ser tan duros, llamémosle “vocación” autoritaria. No vaya a ser que muchas de estas “medidas” se queden instaladas quién sabe por cuánto tiempo más. Ya saben ustedes: la nueva normalidad.
No se trata por supuesto de caer en la irresponsabilidad, ni este es un texto de apología al anarquismo. Se trata de abrir los ojos y parar las antenas a lo que viene ocurriendo alrededor de este confinamiento que ya lleva (en algunas ciudades del Perú) 130 días. Mientras #NosQuedamosEnCasa el gobierno ha asumido el poder de decidir a qué hora y con quién podemos salir a la calle. Se ha caído en lo absurdo de limitar, por ejemplo, que una pareja de esposos pueda caminar tomada de la mano, y si no obedecen pueden ser multados. Se obliga al uso de mascarillas, que además de la connotación visual de censura que tienen, se ha demostrado que su uso produce hipoxia (falta de oxígeno), y no necesitamos ser médicos o epidemiólogos para saberlo, es cuestión de experiencia propia y sentido común.
#QuédateEnCasa te dice el gobierno; te quedarás sin poder trabajar, pero eso sí, debes seguir pagando impuestos y servicios. Se le dará clases virtuales a tus hijos aunque no se sepa bien si tienes o no tienes internet, pero claro si la tienes, genial; puedes ver Netflix todo el día, y de paso te distraes de la pésima gestión sanitaria que se viene ejecutando a nivel nacional. #QuédateEnCasa y obedece al pie de la letra los mandatos del estado omnisciente, porque seguro ya estás lo suficientemente asustado como para investigar, opinar, y mucho menos protestar. Y es que sin duda los medios de comunicación, aliados eficaces, cumplieron muy bien el rol que les tocaba. Tanto es así, que no sólo han convencido a la gente de tener miedo, sino también de que si aumentan las muertes por este virus, los culpables son ellos mismos, la misma gente.
Hace pocos días, y mientras seguíamos en casa muy obedientes, se prohibió el uso del dióxido de cloro; producto que ha demostrado fehacientemente en varios países su efectividad como tratamiento contra el COVID-19. Dicen que no se ha comprobado “científicamente” porque la todopoderosa Organización Mundial de la Salud (OMS) no lo aprueba del todo, pero si alguien decide tomarlo bajo su propia responsabilidad, difícilmente podrá conseguirlo ahora. De verdad que da la impresión de que no quisieran que el pueblo sane, o al menos, todavía no. ¿Macabro?, sí, seguramente. Pero, ¿acaso el corazón del hombre no ha demostrado ser capaz de hacer cosas semejantes? No nos hagamos los inocentes, sabemos la respuesta.
Reitero finalmente que tampoco se trata de hacer lo que nos venga en
gana, sino de estar alerta y tener bien identificada a esta situación
asfixiante, policiaca, y de control estricto a la que tan convenientemente se
ha llamado “nueva normalidad” para que no permanezca más tiempo del debido. No
sea que a los que la manejan, les quede gustando.
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