El deber de no callar

 

La censura es un aparato

desde hace rato,

desde hace rato.

Y si la seguimos bancando

somos nosotros los aparatos

Eso, creo no está prohibido,

Eso, menos que quede mal;

la censura que hay dentro nuestro

 es la peor censura que hay

Piero

 Hace un mes y medio, cuando recibí la amable propuesta de Takana Social Media Marketing para escribir columnas semanales de opinión, comencé disparando algunas ideas sobre cómo la sociedad contemporánea se había visto envuelta, sin notar ni cómo ni cuándo, en una cultura de conformismo mental. Un adormecimiento muy peligroso pero cómodo desde donde el derecho a informarse y conocer la verdad se había vuelto un ejercicio muy tedioso. Intenté describir el triste cuadro de ver a cientos y miles de personas que habían caído en la modorra de aceptar todo lo que les dictan los medios masivos y convencionales  de comunicación.

Por supuesto que este panorama de renuncia a información cotejada y veraz como receptores, tiene su continuación, o digamos de otro modo, su consecuencia, cuando nos toca asumir el rol de emisores. Y no me refiero al feedbak (retroalimentación) que le damos a los medios, sino al reinicio de un nuevo proceso de comunicación que parte de nosotros mismos. Si lo que aceptamos como verdad es el discurso repetitivo, “monse” y cuadriculado de los medios convencionales, que por cierto, y por su modelo de negocio, ya están vendidos a grupos de poder económico y político en el país, obviamente lo que rebotaremos será el mismo y oxidado mensaje. Y eso es precisamente lo que ocurre en muchas ocasiones. Basta que demos una revisión a las redes sociales, y notaremos que la mayoría de nuestros contactos optan por el discurso políticamente correcto, por pintar dentro de las líneas y no mirar más allá de sus narices. Esas personas que son las que le siguen la comparsa a los de siempre, son las que más ruido hacen, pero como bien se dice: “mucho ruido, pero pocas nueces”, y por si fuera poco, rancias nueces.

Cómo quisiera escuchar más el ruido de las otras nueces, las que sí se esfuerzan en afinar libremente sus sonidos a la luz de la investigación concienzuda y honesta. Cómo quisiera ver el aumento de la sinfonía de aquellos a los que el velo ya se les cayó. A los que ya no compran la nota tendenciosa que repiten las agencias financiadas por Soros y Bill Gates, o el comentario ideologizado de esos médicos rock star que pululan por las salas de redacción de las cadenas televisivas y radiales. Cuánto daría por ver los muros de Facebook pintados cada vez más con la disidencia de los que ya no se comen la manzana envenenada de la igualdad sin libertad.

Por eso estoy aquí, por eso escribo. Lo dije en mi primera columna; no soy un científico social ni soy erudito en ciencia alguna. Soy sólo un comunicador, tan simple como eso. Sin darme cuenta me he convertido en un cronista urbano, pirata, pero de vocación. Te animo a que hagas lo mismo, y lo hagas mejor. Sin duda tú que lees esto tienes tus propias vitrinas donde exponer tus puntos de vista. No discutas mucho, sólo si se trata de contrastar ideas, y hechos, pero no caigas en el juego sucio de los fieles servidores del discurso único y de lo políticamente correcto. Ellos han hecho del desprestigio su arma más letal y cobarde a la vez para no razonar. Investiga con objetividad y sin apasionamiento y trae ese conocimiento a la luz.

Que tus lectores, oyentes o televidentes saquen sus propias conclusiones. Nuestra labor no es decir qué pensar, sino mostrar lo que pocos quieren mostrar. Soy un convencido de que este mundo ya no necesita profetas ni intérpretes de la verdad, sólo necesita expositores. Como diría Benedetti: “no te rindas”. Haz sonar tus nueces, somos dos, tres, y cada vez somos más. Todos tenemos el deber de no callar.

Escrito por: https://www.facebook.com/joseenrique.acostabasurco