CAPITALISMO Y ÉTICA CRISTIANA
Creo que para comprender al capitalismo sería conveniente ir al génesis del mismo, o a lo más cercano que podamos encontrar. Es necesario investigar, averiguar, leer, cotejar; para después, y solo después, sacar conclusiones. Es para esta labor que propongo y recomiendo leer el libro La ética protestante y el espíritu del capitalismo del sociólogo, economista y politólogo alemán Maximilian Weber, quien con destreza, racionalidad y fidelidad histórica se propone confirmar la hipótesis de que la confesión reformada (en especial, en su variante calvinista y puritana) fue excepcionalmente beneficiosa para el desarrollo de lo que denominó espíritu capitalista, “una mentalidad que aspira a obtener un lucro mediante el ejercicio sistemático y disciplinado de un oficio o profesión” (Weber, 1979, p. 38). Al transitar por las páginas de este valioso material bibliográfico notaremos que vincular el protestantismo puritano con el ascenso del capitalismo y, más en general, con la transición hacia el orden político, económico e ideológico que encontró sus primeras expresiones en las revoluciones inglesas de 1648 y 1688 es sin duda, uno de los grandes aportes de Weber a la comprensión del mundo occidental moderno.
¿Qué características tendría
el cristianismo de la reforma que haría tan eficaz aquella semilla del
capitalismo del siglo XVII? Weber destaca dos aspectos que es necesarios
mencionar. En primer lugar, la valoración ética que hace del oficio o la
profesión, y en segundo término, el ascetismo(2) y la disciplina estricta que, desde la óptica del
puritanismo, debía impregnar todas las dimensiones de la vida humana: no solo
la esfera del trabajo sino también la vida familiar, la alimentación, el empleo
del tiempo de ocio, etc.
Propio del calvinismo es la promoción del ascetismo y la laboriosidad (Weber, 1979, p. 142). El complemento natural de esta exaltación del trabajo, observa Weber, fue la condena moral y el combate práctico del desempleo, la vagancia y la mendicidad (Weber, 1979, p. 226). Asimismo, basándose fundamentalmente en los escritos de Richard Baxter(3), Weber muestra como el puritanismo inglés, además de incentivar el trabajo constante y el lucro racional, aboga también por una disciplina rigurosa, tanto corporal como espiritual, que alcance absolutamente todos los ámbitos de la vida humana y prevenga contra las tentaciones y disipaciones que los puritanos agrupaban bajo el mote de “vida impura” (Weber, 1979, p. 217-218).
Una conclusión paradójica
que Weber extrae de su análisis es que el “afán de lucro, la tendencia a
enriquecerse, sobre todo monetariamente en el mayor grado posible, son cosas
que nada tienen que ver con el capitalismo” (Weber, 1979, pp. 8-9). De este
modo, como efecto de considerar las repercusiones de la ética puritana, el
sociólogo alemán plantea la necesidad de abandonar un concepto “elemental e
ingenuo” del capitalismo para pasar a concebirlo “como el freno o, por lo
menos, como la moderación racional” de ese impulso lucrativo irracional con el
que se suele asociar.
Antes de concluir, considero pertinente mencionar que una de las cinco columnas que cimentó la reforma protestante y aún sostiene la iglesia cristiana evangélica es la denominada SOLA SCRIPTURA, expresión latina que significa que la Biblia y solo la Biblia es la máxima autoridad y regla de conducta del hombre. En ese sentido, el cristiano profesante sabe muy bien que todo lo que consigue es producto de la providencia y bendición de Dios, por lo tanto entiende a la luz de las Escrituras, que tales dádivas le fueron entregadas para glorificar a su Señor, aportando recursos en el engrandecimiento de su iglesia, para bendecir a otros generando empleo, ahorrar, e invertir en todo aquello que sea necesario para su comunidad; alimentación, salud y educación principalmente. Es necesario comprender entonces, que el capitalismo primigenio, aquél que es correctamente comprendido, no trata de acumular riquezas y oportunidades, sino de generarlas en un entorno de libertad.
Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el
nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él.
Colosenses 3:17
(1)
Alusión a Antonio Gramsci, filósofo italiano marxista
(2) Ejercicio y práctica de un estilo de vida
austero y de renuncia a placeres materiales con el fin de adquirir unos hábitos
que conduzcan a la perfección moral y espiritual
(3) Célebre teólogo puritano
inglés del siglo XVI
Escrito por: www.facebook.com/joseenrique.acostabasurco
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