El noble oficio en UCI
«Aquel que se dedique seriamente a la búsqueda de
la verdad,
debe en primer lugar preparar su mente con amor por
ella.
Porque el que no la ama, no se esforzará mucho en
conseguirla;
ni se
preocupará mucho cuando la pierda».
― John Locke
El 1 de
octubre de 1790, Francisco Cabello y Mesa, quien utilizaba el seudónimo de
Jaime Bausate y Mesa, fundó el ‘Diario de Lima’, primera publicación
periodística de circulación regular en el Perú, y es en honor a ese
acontecimiento que se celebra el día del periodista en nuestro país. La fecha
fue propuesta en el primer Congreso Nacional de la Federación Peruana de
Periodistas celebrado en 1950. La solicitud fue enviada al gobierno, que
finalmente oficializó la celebración el 1 de octubre de 1953 mediante el
Decreto Supremo 2521.
Informar es un deber social y a la vez un alto privilegio. El periodista es el hombre o mujer que tiene la alta y clara obligación de dar a conocer un hecho, ponerlo en el tapete de la opinión pública, y orientar de manera responsable esta opinión, basando su discurso en la más estricta objetividad que le sea posible. Con la palabra o con la imagen reveladora, con el texto o con el sonido de su voz, el hombre de prensa ha de ser un personaje consciente desde el tuétano, que su más alto compromiso es con el derecho de la gente a conocer la verdad, sólo la verdad, y nada más que la verdad. Cualquier otra cosa rebajará su oficio y ensuciará su rol en la sociedad.
Los actuales son tiempos difíciles para el cumplimiento fiel del periodismo. Transitamos por la era en que se ha oficializado el trabajo en los medios como un modelo de negocio, y no digo que no pueda serlo, a lo que me refiero es que se lo ha reducido a esa mínima expresión, coactando muchas veces la integridad y el intento de objetividad de los periodistas, cosa que es triste, y peor aún, peligroso, ya que lo más probable que ocurra es que la llamada opinión pública se convierta en opinión mediática. Y si así son las cosas, ¿cómo confiar, por ejemplo, en una prensa que subsiste por el financiamiento gubernamental?, ¿Cómo confiar en una prensa que ha hipotecado su libertad de investigar?, ¿cómo confiar en una prensa que cumple sus ocho diarias copiando y pegando lo que publican las grandes agencias informativas financiadas por ideologizados grupos de poder?
La información y el conocimiento de la verdad, lo reitero, es un derecho de todos, de cada ser humano por el hecho de su misma naturaleza y condición. De ello se deriva el carácter esencial que debe tener el periodismo de cara a la comunidad. Creo que el periodismo de servicio es el periodismo de compromiso con la sociedad, en el sentido que debe ver reconocido ese derecho de la población a estar bien informada, y esto no significa otra cosa que decirles la verdad. Aunque “no tenga remedio” como escribiera el cantautor catalán Joan Manuel Serrat, la verdad debe proclamarse siempre, y es que siempre habrá historias qué contar, hechos qué anunciar y faltas qué denunciar. Es cierto, la verdad en muchas ocasiones desilusiona, a veces atemoriza, pero no por eso el periodismo debe renunciar a su búsqueda y a su labor de mostrarla.
Me he
atrevido a escribir estas líneas no con el afán de criticar, porque conozco de
cerca este trabajo, ya que por algún tiempo tuve el enorme privilegio de
ejercerlo. Sé del sacrificio que a veces conlleva hacer prensa, sé de los
riesgos, de lo ingrato como de lo reconfortante que trae consigo ser
periodista. Si me he atrevido a escribir este artículo es sólo porque es la
manera personal que tengo de rendirle un tributo a lo que Gabriel García
Márquez llamó “el más noble de los oficios”. Y es que con los años he aprendido
que rendirle homenaje a alguien no es solamente halagar sus virtudes, y alabar sus
bondades, sino precisamente, decirle la verdad.
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