Aún no termina el juego

 


Volver a empezar

que aún no termina juego

Volver a empezar

que no se apague el fuego

Queda mucho por andar

y que mañana será un día nuevo bajo el sol,

volver a empezar

 

Alejandro Lerner

 

Y de pronto nos acostumbramos a convivir con noticias de enfermos y muertos. Las imágenes de hospitales desbordados y ataúdes se nos hicieron parte de una macabra nueva normalidad. El look “autocensura y miedo 2020” de las mascarillas hizo “su agosto” de marzo a diciembre. Y cómo habrá sido de exitosa esta moda que la supuesta amenaza de permanecer, que parecía lejana, hoy se torna peligrosamente real para este año que recién comienza.  Restricciones a la vida, a los derechos de transitar, de visitar y abrazar. Las calles se vaciaron de pronto. Los niños dejaron de ir a la escuela y los adultos al trabajo. Tuvimos que encerrarnos en nuestros propios hogares para sobrevivir. Pasamos a coexistir y a acostumbrarnos triste y patéticamente a lo virtual, al brindis por Zoom, a la misa transmitida por Facebook, al culto grabado, a las reuniones que no reunían a nadie. La calidez del abrazo y el café dio paso al audio de whatsapp. Así vivimos el 2020, por supuesto todo en nombre de la salud pública, así que “ni se te ocurra protestar; faltaba más, no seas egoísta, no seas irresponsable” me dijeron más de una vez. En fin.


Por otro lado, la economía; ah! la economía. Qué podemos decir; esta plandemia, perdón, pandemia, ocasionó el peor colapso económico que un jovencito de las cuatro décadas como yo podría recordar. América Latina, en particular retrocedió varios años en términos de PBI y lucha contra la pobreza. ¿Y el Perú?, bueno … creo que lo sabemos muy bien. Nuestro país no solo tuvo la peor gestión frente a la covid-19 del mundo con el tristemente recordado “presi” Martín Vizcarra. A eso hay que sumarle la crisis política y convulsión social tan brillantemente utilizada por los grupos de poder económico en complicidad con los medios de comunicación, que llevaron al país al borde del desgobierno y la anarquía. En el Perú se ha perdido el respeto por la autoridad, los valores han quedado reducidos al sálvese quien pueda, al #NoMeRepresenta y se ha dejado el terrible precedente de que con tomas de carreteras, calles y destrozos, las masas pueden tumbarse no sólo un gobierno, sino probablemente una Constitución, y quién sabe hasta la democracia. Pero así somos pues, los peruanos somos manipulables, incoherentes y olvidadizos de vocación.

Para cerrar con broche de barro, el último 30 de diciembre amanecimos con la triste noticia que el Senado argentino aprobó la ley que permite el aborto hasta las catorce semanas de gestación, convirtiendo a esta querida nación en la cuarta de la región en aprobar tamaña crueldad. Una vez más los políticos inconscientes, los medios y los lobbies hicieron lo suyo. Solventados por los ultrapoderosos y su dinero, compraron voluntades, y con 38 votos a favor, a partir de ahora, asesinar seres humanos dentro del vientre ya no es más algo ilegal en el país de Maradona y el mate. Triste pero cierto.


Diera la impresión de que hemos vivido el peor año del que se tenga memoria. Diera la impresión de que el 2020 ha sido un año que no quisiéramos recordar. Pero creo que se trata de todo lo contario; el que se acaba de ir, es un año que no debemos olvidar. Y es que los últimos meses creo que nos han servido para darnos cuenta de algo que considero muy importante: somos vulnerables. Por supuesto que lo somos, siempre lo fuimos, solo que el 2020 se encargó de que no quedaran dudas. La pregunta no es tanto ¿qué nos pasó?, sino ¿qué hemos aprendido? … ¿habremos aprendido?

Espero que sí, quiero aferrarme a la idea que aún no es tarde para volver a empezar. Que aún hay un remanente fiel a Dios y a sus principios. Un remanente, que aunque pequeño, sea lo suficientemente valiente como para actuar desde lo espiritual hasta lo político, pasando por lo legal y lo cultural. Un remanente consistente y dispuesto a perfumar el alma de los demás con el aroma del respeto a lo que nos hace humanos, a la naturaleza, a los valores absolutos y sólidos, a la autoridad y a las leyes. Pero sobre todo a la libertad y a aquella única condición que garantiza la libertad plena: la verdad. Que el inicio del 2021 sea un buen pretexto.

 Escrito por: https://www.facebook.com/joseenrique.acostabasurco  


 

 

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